martes, 12 de febrero de 2013

Etapa 26-De Ruca Nehuen a lago Baguilt





































El sendero final de la Huella Andina. Un día de bruma, llovizna, y algo de viento que se acentuó en las alturas, nos acompañó. Digo "nos" acompañó, porque en esta última etapa me acompañó un alma sureña, Diana, una amiga a quien conocí en Trevelin hace muchos años pero con quien la amistad nos ha ido cruzando los caminos, y esta vez la Huella, a pesar del tiempo sin vernos personalmente.
Salimos temprano porque el plan fue caminar la Huella al Baguilt de ida y de vuelta. Son 16.5 km, por lo tanto ida y vuelta, 33 km. Según la señalética se tardarán 6 horas y media de ida. Nosotras tardamos ese tiempo de ida y de vuelta, en total. Claro que como no acampamos en Baguilt, nuestra carga en la espalda se redujo a lo necesario, una botella para el agua, algo para comer en el picnic, y la cámara de fotos. Hicimos un pequeño picnic junto al Baguilt, no muy largo porque el viento nos atosigaba y se ponía fresco. Los nubarrones jugaban carreras en el cielo, y las aguas estaban turbias, pero solemnes. Es un lago diferente y que vale la pena porque está salpicado de piedras agudas y rodeado de bosques. La senda es fácil, en su mayoría un camino ancho, de piedra a veces, de tierra en otros tramos. Pegamos varias patinadas y yo por suepuesto la esperada caída, para mí no existe travesía sin caída, sobre todo, y siempre, en bajada. Se cruzan varios arroyitos, y durante el camino es posible cargar agua. Las vistas del Río Grande, de los valles al inicio del camino, los cerros que al principio ocultan al Baguilt y después, cuando uno lo rodea develan tras una bajada todo el lago de frente, vistas magníficas. Apenas unas luces de sol reflejan los verdes que deben ser un espejo en días más calmos.
La senda está bien marcada, es clara, hay algunas bifurcaciones y dos posibles entradas al lago. Las bifurcaciones se reúnen en el mismo lugar. Durante el camino se cruzan dos tranqueras, un puesto, alguna que otra casita, y un interesante colectivo abandonado con un entarimado de madera adentro donde se puede obtener refugio si la inclemencia arrecia.
El fresco, la niebla, la llovizna, fueron buenos compañeros en el camino.
Aquí termina este estupendo proyecto de 540 a 560 o más de 600 km de Huella Andina Patagónico. Un proyecto maravillosos, de gran envergadura, y al que habrá que apuntalar a fuerzas de nuestros pasos, haciendo camino al andar, para que la Huella resista al tiempo y sean muchos más los que puedan disfrutarla.

lunes, 11 de febrero de 2013

Etapa 25-De Villa Futalaufquen a Lago Krugger, cancelado...


-Te estaba esperando me dijo el guardaparques de mirada sabia. Se cancelaron las sendas de altura por la emergencia meteorológica.
Yo me había levantado hecha un alud de buenas ondas. No llovía. Aparecían algunos nubarrones, pero como predijo el camarada Salvador, les imploraba con la mirada y los nubarrones se abrían, se dispersaban e iban dando paso al sol delgado del alba. Apenas cayeron unas gotas cuando tenía todo sobre la mesa del camping y me disponía a organizar lo que sí llevaba y lo que guardaba en una bolsa en el depósito del camping. La cámara estaba completamente descargada. Me percaté apenas me desperté, a las 6, así que la enchufé y antes de las 8 ya había tomado mates, ya tenía la mochila completamente lista con lo indispensable para dos o tres días y cualquier emergencia en, o en camino al lago Krugger, y la cámara cargada.
Dejé lo que no iba a necesitar en un depósito en el camping y arranqué, con ánimo, con energía, con mucha alegría, si hasta me parecía un día completamente despejado.
-Te estaba esperando me dijo el guardaparques de mirada sabia. Se cancelaron las sendas de altura por la emergencia meteorológica.
Se me vino abajo el ánima. Y se me asomaron las primeras lágrimas del día.
El hombre me pedía disculpas. Pero si no es culpa de nadie, le decía yo. Es que yo tengo que dar la cara, me decía él, sí, le decía yo, pero qué cara, la cara de Dios.
-El tiempo te acompañó bastante, me consolaba el hombre.
Sí, es verdad. Falta el broche de oro, le dije yo.
-Parece que tendrás que volver, me dijo él. La senda te estará esperando.


domingo, 10 de febrero de 2013

Etapa 24-De Villa Futalaufaquen a Portada Centro








Es un paseo de relax. Como para salir a caminar con una amiga, hacer un poco de ejercicio sin mucho sacrificio y charlar un rato de cualquier cosa. El sendero está bien señalizado y es muy sencillo, sin desniveles. Pasa por casas de la Villa, chacras, y cruza el arroyo Cascada que está bastante bajo y se puede obviar vadearlo saltando entre las piedras sin meter la pata. A pesar de aceptar a la lluvia como una bendición para la tierra, me siento decepcionada por no poder hacer hoy el primer día hacia lago Krugger, un sueño que hace años vengo arrastrando. El guardaparques más mayor me dijo con cierta sabiduría en la mirada, al evidenciar mi tristeza, "el sendero te estará esperando". Dicen que para mañana va a seguir lloviendo, pero que lo más bravo es que habrá vientos de más de 70 km por hora. Ahora no llueve, está nublado. Lo nublado es cómodo para caminar porque no fastidia ni el calor ni los tábanos. Yo decido que si mañana amanece como hoy, hasta ese punto de llovizna, agarro viaje, si me registran...
El sendero de hoy, hasta la Portada Centro, son 11 km y se hace en 3 horas tranquilamente, aunque se anuncian 5. En 3 horas, sin peso en la espalda, se puede hacer cómodamente; y después volver. Para volver se puede hacer dedo por la ruta.
Hoy, nubes.
Paro en el camping Los Maitenes, cuesta 45 pesos, es muy completo, hasta tiene wifi. Los espacios cuentan con su fogón, mesa, y palo de luz y están los suficientemente aislados uno de otro como para tener tranquilidad e intimidad.  Hay un restaurante y todo, desde los desayunos completos, empanadas, pizzas, sánguches, está buenísimo!

sábado, 9 de febrero de 2013

Etapa 23-De Arrayanes a Playa el Francés y de ahí a Punta Mattos














Playa el Francés. Este es un lugar al que añoraba llegar. La etapa de hoy llega según la topoguía hasta Punta Mattos, a 3 km de aquí. Pero yo me quedo aquí. Y aquí es uno de esos lugares donde me quedaría para siempre. Siempre fui y soy feliz en este lugar. Si bien al llegar, después de más de veinte años, me sentí apabullada por la cantidad de tráilers, motorhome y de gente. Di muchas vuelas. Sentía que en tantos años de ausencia había perdido por abandono un lugar que me era propio. No lograba encontrar el sitio para plantar mi casa azul. Empecé a dar vueltas y me reencontré primero con las grosellas rubias, frondosas, y profusas de frutos pulposos y maduros, y muy cerca, más arriba los guindos, cargados de racimos de a dos guindas. Sí. Por acá anda el francés, a quién le quepa duda que tema y se vaya. Los acampantes escuchan sus pasos en la noche, arrastra los pies el muy sotreta y cansado explorador del Vododawe, Thierry, mon ami. Me encanta estar acá. Volver a este lugar, siempre volver. Este lugar es mío y no hay discusión para tal legitimidad en mi corazón. Pero vayamos a la travesía:
Se empieza subiendo la loma que va hacia la laguna Escondida. No hay vueltas, sube, sube, y sigue subiendo. El bosque y la sombra son amables, la tierra es blanda, y hay unos árboles con los que da gusto detenerse a hablar por su frondosa sabiduría. Troncos enormes. Los brazos no me alcanzan para abrazarlos pero igual los abrazo. La laguna Escondida, verdaderamente escondida después de una serie de cañaverales amarillos y donde ya nadie espera encontrar algo, allá está, sublime y maravillosa, reflejando todo ese contraste de verdes muy claros y amarillos, casi como luces, entre los verdes profundos de los árboles. El reflejo es alucinante, es una pintura. Verde, verde, amarillo, dorado, más verde, más dorado, luces. La laguna es larga, se pierde cuando inicia entre las montañas, y se pierde en el más allá, entre más montañas.
Me senté a contemplar ese espejo de la tierra y llegaron cuatro personas extranjeras, de Estados Unidos, dos de ellos viven en Pucón, Chile, y los otros dos en Seattle. Lo que pasó a continuación es una anécdota increíble. Pero de verdad increíble. Literalmente increíble. No creo que pueda pasarme algo así, que me haya pasado, o que le pase a nadie, pero pasó. Se sentaron a charlar, como hablo inglés, lo hicimos en inglés. Nos preguntamos de dónde somos y qué hacemos por acá. Yo les cuento que normalmente viajo, que soy nómade, que vivo por aquí y por allá, que camino, y que voy a Palestina y trabajo en el Valle del Jordán, los beduinos, la zona C, y hablo y hablo. Ya saben que cuando hablo acerca de Palestina, tengo mucho que contar y es difícil que haga un punto y aparte. Últimamente aprovecho la oportunidad, que no son muchas, porque no me cruzo con mucha gente en la travesía, ni tampoco soy muy dada a sociabilizar cuando prefiero retirarme a la meditación, el pensamiento, y la contemplación, pero si se da, como hoy, hablo de Palestina. Cuento lo que sé, lo que los medios no dicen, lo que otros por ahí no saben porque nadie se los dijo, porque no lo escucharon pero sin embargo es una herida del mundo.
En un momento, una de las personas, Stephen, dijo que él cada tanto hace algo que es un ritual y que siente que en ese momento debe hacer ese ritual conmigo. Mientras habla saca una billetera y escarba en un bolsillo pequeño de la misma. Yo pienso que sacará una foto, un amuleto, una piedra, un símbolo. No. Saca un billete de 100 dólares doblado en tres y me lo da. El otro hombre, Bob, saca fotos y registra el momento. Le digo que no, que yo no puedo tomar el dinero. Pero él me dice que tengo que agarrarlo porque él sintió que es el momento de ese ritual y que ese dinero es para Palestina, que él puede hacer eso y que de hecho lo viene haciendo desde hace tiempo, y me cuentan una historia parecida, quizás el ritual anterior, con un taxista. Estoy tan sorprendida que no se bien qué le dije, sé que se lo agradecí en árabe y en nombre del pueblo palestino. Después me fui el resto del camino un poco preocupada pensando cómo voy a hacer para que el dinero llegue adonde tiene que llegar. Sorprendida además porque es verdaderamente increíble que en un lugar al que pocos llegan, tan escondido como la laguna Escondida, alguien te dé 100 dólares. Pero sigamos con la Huella:
Después de la laguna, al fin baja. Yo iba medio flotando y hablando con los árboles, y pensando cómo hacer llegar el dinero a Palestina. La bajada es abrupta. Más abrupta que la subida. Ojo con las patinadas. No me patiné. Llega al ripio. Se cruza y uno metros después de cruzar, por el ripio, el arroyo Braesse, un sendero entra en la ladera de enfrente, sobre el lago y bordea el Futalaufquen por unos recodos encantadores, dando algunas vueltas un poco mareantes, supongo que debidas a la presencia de pobladores en la zona. Después cruza bosques y pampas. En las pampas, algunos palos con señales se han tumbado, pero es fácil encontrar la senda, y el bosque, como siempre, es amable, y mullido. En breve uno empieza a ver las nuevas parcelas habilitadas en el Francés y tras cruzar el arroyo por un puente de troncos, ya estamos en el paraíso, o muy cerca de él, o al menos en lo que es para mí, un hogar.
Fueron 11.5 km. La guía decía que tardaría 7 horas. Tardé 4 horas y media, menos de 5 horas con seguridad, y eso, a pesar de haber estado por lo menos media hora, hablando con Stephen, Bob, y sus esposas, Sheila, y Judith quien además, es judía. Las marcas de la Huella Andina están bien. No es muy complicado, salvo por los desniveles, subidas y bajadas abruptas, pero se puede, y más después de 21 etapas de entrenamiento previo.
Y luego de encontrar mi rincón entre un guindo y un grosellar, a pocos pasos del arroyo y algunos más del lago, bajé a lavar la ropa y a bañarme y me prestaron un kayak para salir a navegar por el Futa.
Un día después completé el tramo de Playa el Francés a Punta Mattos, para cumplirle a la Huella. Va por las orillas del Futa, pasa por recodos muy bonitos del lago, y por bosque con suelo mullido de hojas. Hay partes con arrayanes y otras partes sube muy cerca del ripio, con piedras de cantera, que supongo caen del mismo ripio. No son las partes más agradables ir tan cerca del camino, pero en general es bonito ir tan cerca del lago y las vistas que se perfilan  hacia a lo largo del mismo. Se llega a Punta Mattos, un peñón rocoso, una saliencia, desde Playa el Francés suma una hora más y unos 3 km. Está bien señalizado y es muy fácil.



















(faltan fotos, muchas, pero la conexión no da)